Los límites sanos llevan a relaciones sanas

Los límites sanos llevan a relaciones sanas

En el post de hoy vamos a hablar sobre cómo establecemos nuestras relaciones con los demás. Es un fragmento del artículo completo que podéis encontrar clickando aquí.

¿Hasta qué punto dejamos ver y compartimos nuestra intimidad y hasta qué punto nos cerramos en banda? ¿De dónde viene esta facilidad o dificultad para compartir con el otro e intercambiar pensamientos, sentimientos y vivencias? ¿Dónde termino yo y empieza el otro? ¿Dónde está el límite?

Cada persona aprende a relacionarse con los demás en función de lo que haya observado en su ambiente cercano y cotidiano, normalmente el ambiente familiar. Cada familia se relaciona de forma diferente en función de los patrones que hayan experimentado a su vez de sus respectivas familias de origen. Dichos patrones heredados de forma inconsciente, se van transmitiendo de una generación a la siguiente ya que son considerados por los miembros familiares como la forma correcta de relacionarse, la única forma conocida.

 

Tipos de límites familiares

Existen 3 tipos de límites dentro de las relaciones interpersonales. En este post vamos a centrar la atención en los tipos de límites existentes dentro de las relaciones familiares.

  • El límite claro es el limite saludable. En las familias con este tipo de límites existe un equilibrio entre las necesidades de sus miembros a nivel individual y colectivo. Esto supone que se respetan las jerarquías entre los subsistemas familiares, estableciéndose el nivel parental sobre el filial sin descuidar por ello la comunicación y el contacto entre los distintos miembros de la familia. En estas familias hay espacio tanto para lo personal como para lo grupal, manteniéndose los roles bien diferenciados. 

  • El límite difuso o permeable es aquel en el que no existen diferencias entre las necesidades de los miembros de la familia y en el que las jerarquías entre los subsistemas no se respetan. Este tipo de límites genera familias aglutinadas en las que no hay autonomía, por tanto las necesidades individuales se reprimen o descuentan por el «supuesto bien del grupo». Esto genera estrés emocional por perder la propia individualidad, pudiendo llevar a la separación interna del individuo de su familia como estrategia para encontrar el tan ansiado espacio propio.         

 

  • El límite rígido o no permeable es aquel que no permite el contacto íntimo entre los miembros del sistema familiar, generando así familias desligadas. En este tipo de familias existe mucha autonomía pero falta intimidad entre sus miembros y preocupación los unos por los otros. Puede correlacionar también con familias en las que se dan unas normas estrictas e inflexibles. Experimentar este tipo de relación puede provocar sentimientos de abandono o de indefensión. Personas que procedan de este tipo de familias pueden caer en relaciones fusionadas en las que se sientan importantes como forma de compensar el déficit vivido en la infancia, o bien, huir de la intimidad en las relaciones.

   

 

Por tanto, podemos decir que tanto en los límites difusos como en los rígidos no existe una verdadera intimidad ni un verdadero y profundo conocimiento de la persona que tenemos enfrente. Será fundamental trabajar en el autoconocimiento y entender desde dónde nos relacionamos con el otro, así como los mecanismos que se ponen en marcha para poder decidir si queremos modificarlos y construir unos límites saludables con nosotros mismos y con los demás.